BIOGRAFIAS
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FERNANDO VALERIO
Militar independentista. Nació en el año 1801 en San José de las
Matas. Durante el regimen haitiano perteneció a la milicia cívica
donde alcanzó el grado de capitán.
Proclamada la Independencia, toma las armas a favor de la causa de
la Patria y comandando un contingente de tropas de Sabana Iglesia,
acude a la defensa de Santiago amenazada por el ejército haitiano
que avanzaba por la Línea Noroestana.
Como militar de
carrera es destinado junto con sus tropas a un puesto de avanzada,
supo defender con valentía su posición ordenando en un momento de
peligro una carga a machete contra una avanzadilla haitiana que
pretendía atravesar el
Río Yaque.
Esta carga es conocida en la historia como “La Carga de los
Andulleros”, porque la gente de Sabana Iglesia en su mayoría se
dedicaba a la preparación de andullos (de tabaco).
Lograda la Independencia fue nombrado
Jefe de Frontera y participó en todas las campañas de la guerra
independentista hasta la última batalla, la de Sabana Larga.
Sus méritos le valieron el ascenso a
General de División con el cargo de Jefe de la Línea Noroestana con
asiento en Guayubín donde residió el resto de su vida.
Como muchos otros soldados de la
Independencia recibió con beneplácito la reincorporación de la
República a España.
Murió en el año 1862 en Guayubín y sus
restos reposan en la Iglesia Mayor de Santiago, donde fueron
trasladados en 1928.
Parques y calles de nuestro país llevan
el nombre de este valioso dominicano.
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JOSE MARIA IMBERT
Junto con Fernando Valerio se considera el líder
máximo de la Batalla del 30 de Marzo, que fue decisiva en la primera
Campaña Independentista en 1844.
De nacionalidad francesa, oriundo de Fudlon, ciudad
del noroeste de Francia, donde nació en 1801.
Con ansias de conocer el nuevo mundo, sale de su
patria natal con destino a Cuba, después de una corta estadía ene sa
isla se traslada a Port-a-Prince (Haití). Más tarde pasa a la parte
oriental de la isla y se radica en la ciudad de Moca, investido de
las funciones de corregidor; allí contrae matrimonio con una dama
distinguida, María Francisca del Monte.
Llega el año 1844, el cual marcó un hito en el
plenario de la historia y José María Imbert, siente el patriotismo
como cualquier dominicano y dentro de ese conciliábulo patriótico
dice presente en la blasonada ciudad de Santiago y con ese don de
mando, con su capacidad directriz, con ese valor espartano, arrojó
de la hidalga ciudad de Santiago al intruso invasor, gracias al
denodado valor de Valerio y otros coterráneos.
La acción del 30 de Marzo,
a la que gloriosamente está unido su nombre, es memorable por lo
decisiva que fue la derrota del invasor, por la sugestión creada en
todo el Norte de Haití sobre la capacidad de nuestro improvisado
ejército, y por la influencia en el levantamiento de la moral de
pueblo dominicano, necesitado de otro estímulo que secundara el del
19 de Marzo en Azua.
En el año de 1845, siendo Imbert lugarteniente de
Francisco Antonio Salcedo, compartió los honores del triunfo en la
acción de la Sabana de Beller. Terminada esa campaña, se reintegró a
Moca, como Comandante de Armas. De allí pasó con el mismo cargo a
Puerto Plata, lugar donde murió en 1847.
Sus restos reposan en la Catedral de Santiago, junto
con otros héroes de la Independencia y la Restauración.
Al igual que
Fernando Valerio, el nombre de este francés lo llevan
calles y parques de todo el país.
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José
Joaquín Pérez |
Nació
en Santo Domingo el 27 de abril de 1845. Poeta, periodista, abogado
y político. Estu-dió en el Seminario de Santo Domingo y completó su
educación en dicha institución bajo la dirección del presbítero
Fernando Arturo de Meriño. Desde muy joven se dedicó a la poesía y
comenzó a ganar prestigio cuando todavía un adolescente de dieciséis
años, dio a conocer un soneto de carácter político en el que
rechazaba la anexión de la República Dominicana a Espa-ña. Vivió en
el exilio entre 1868 y 1874, debido a su oposición al "Gobierno de
los Seis Años" que presidió Buenaventura Báez. Fue Oficial Mayor del
Ministerio de lo Interior; Ministro de Relaciones Exteriores;
Diputado al Soberano Congreso Nacional; Miembro de la Asamblea
Constituyente; Ministro de Justicia, Fomento e Instrucción Pública y
Magistrado de la Suprema Corte de Justicia, Colaboró con El Nacional
(órgano de la sociedad La República), El hogar, La Revista Ilustrada,
Letras y Ciencias y en los Lunes del Listín. Dirigió los periódicos
La Gaceta Oficial, Eco de la Opinión y El porvenir. Es el máximo
representante del romanticismo poético dominicano y una figura
destacada del movimiento indigenista en América Latina. Sus ideas
liberales y su deseo de que el país lograra la reafirmación de su
independencia, en percibir una poesía altamente patriótica. Pero el
rasgo más notorio de la obra poética de José Joaquín Pérez es el
indigenismo, pues basándose en tradi-ciones, leyendas e
informaciones históricas relacio-nadas con los primitivos habitantes
de La Española, escribió interesantísimas páginas acerca del
desdichado destino de la raza taína luego de la llegada de los
colonizadores. Sus coetáneos y las generaciones posteriores le han
reconocido co-mo "El cantor de la raza indígena". Murió en Santo
Domingo el 7 de abril de 1900.
BIBLIOGRAFIA ACTIVA
POESIA. Fantasías indígenas. Santo
Domingo: Imprenta de García Hermanos, 1877. La indus-tria agrícola.
Santo Domingo, 1882. Ediciones póstumas: La lira de José Joaquín
Pérez. Santo Do-mingo: Imprenta Vda. García, 1928. Obra poética.
Santo Domingo: Edición de la Universi-dad Nacional Pedro Henríquez
Ureña, 1970. Fantasías indígenas y otros poemas. Santo Do-mingo:
Editora Corripio, C. por A., Biblioteca de Clásicos Dominicanos,
1989.
NOVELA. Flor de
palma o la fugitiva de Borinquen. Santo Domingo: Imprenta de García
Herma-nos, 1877. (incluida en la primera edición de Fantasías
Indígenas). C. por A., 1950.
BIBLIOGRAFIA PASIVA
Alcántara Almánzar, José. “José Joaquín Pérez”, en Antología de la
literatura dominicana. San-to Domingo: Editora Cultural Dominicana,
1972. | Alcántara Almánzar, José. Estudios de poe-sía dominicana.
Santo Domingo: Editora Alfa y Omega, 1979: 13-49. |Alcántara
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dominicana (S. XIX-XX). Vol. 1. Santo Domingo: Colección
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Alfau Durán, Vetilio. “José Joaquín Pérez”, en Apuntes para la
bibliografía poética dominicana. Clío 38: 125 (1970): 62. | Alfau
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Santo Domingo: Colección del Sesquicentenario de la Independencia
Nacional, 1994: 35, 59, 108, 153, 375, 378, 383, 388, 541, 579, 582,
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en Lira de Quisqueya. Santo Domingo: Imprenta García Hermanos, 1874:
191. | Céspedes, Diógenes. “José Joaquín Pérez”, en Lenguaje y
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en Poe-sía dominicana. Santo Domingo: Librería Dominicana, 1969:
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Domingo: Sociedad Editorial Dominicana, 1988: 190. | Fernández
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Vol. Vol. 2. Santo Domingo: Universidad Nacional Pedro Henríquez
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“José Joaquín Pérez”, en Estudios de literatura dominicana. Ciudad
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Joaquín Pérez”, en Antología de la literatura dominicana. Santiago
de los Caballeros: Editorial El Diario, 1944: 99-102. | Pérez,
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dominicana. Buenos Aires: Editorial Poblet, 1956: 145-69. |
Rodrí-guez Demorizi, Emilio. “José Joaquín Pérez”, en Frases
dominicanas. Santo Domingo: Editora Taller, 1980: 88. | Rodríguez
Demorizi, Emilio. “José Joaquín Pérez”, en Seudónimos domini-canos.
Santo Domingo: Editora Taller, 1982: 114, 136, 148. | Vallejo de
Paredes, Margarita. “José Joaquín Pérez”, en Antología de la
literatura dominicana. Vols. 1 y 2. Santo Domingo: Instituto
Tecnológico de Santo Domingo, 1981: 49-53, 36-38. | Vallejo de
Paredes, Margarita. “José Joaquín Pérez”, en Apuntes biográficos y
bibliográficos de algunos escritores domini-canos del siglo XIX.
Vol. 1. Santo Domingo: Publicaciones AP, 1995: 175-82. |
FRAY ANTON
DE MONTESINOS
|
Montesinos: el primer grito de libertad |
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Fray Antón de
Montesinos. |
Orlando r. Martínez. Durante el
verano de 1494 y la primavera y verano de 1495, Cristóbal Colón
llevó a cabo campañas militares exitosas en el interior de la
isla para obligar a los taínos a someterse al vasallaje de los
Reyes Católicos y al servicio de los españoles. Los taínos
atrapados en el curso o después de las campañas militares eran
obligados a trabajar en las minas, y durante los años de Colón
fueron tratados como si fueran un recurso natural inagotable.
Pese a que la Corona había declarado en 1501 que los “indios”
eran sus vasallos libres y que no debían ser maltratados, nadie
obedeció nunca esas sugestiones. Nicolás de Ovando, gobernador
de la isla en 1503, le hizo ver a la Reina que si no se obligaba
a los indios a trabajar para ellos en las minas, la isla se
despoblaría y se perdería todo el negocio en ella.
Por esta razón, y por el enorme interés de los Reyes en obtener
oro para hacer frente a sus gastos en Europa, la Corona legalizó
el sistema imperante de repartir indios a los españoles para que
trabajaran forzadamente en las minas y estancias (granjas), con
la única condición de que les enseñaran las cosas tocantes a la
fe católica. El permiso fue dado el 20 de diciembre de 1503,
empezando legalmente el sistema de las Encomiendas en la
Española, en cuyo nombre se cometieron tantos abusos que la
desesperación de los indios que lograban salir vivos de las
minas después de ocho a doce meses de trabajos forzados, los
llevaba a cometer suicidios en masa, matando a sus hijos e
impulsando a las madres a abortar. El resultado fue que en 1508,
fecha en que se realizó un censo de indios, solamente quedaban
60,000 de los 400,000 que había aproximadamente cuando Colón
pisó la isla por primera vez, dieciséis años antes.
Ese descenso de la población aborigen creó conciencia de la
crisis de la mano de obra que se avecinaba e hizo descubrir a
los españoles que los indios eran un recurso que se hacia cada
vez mas escaso y convenía aumentar. La solución que se adoptó
fue la incorporación de indios de las Islas Lucayas. Aunque se
importaron unos 40,000 indios entre 1508 y 1513, la disminución
siguió, pues la tradición del tratamiento inhumano a criaturas
que los españoles consideraban como animales sin alma fue tan
fuerte como la insaciable sed de oro del rey Fernando.
Esta fue la realidad que encontró fray Antón de Montesinos
cuando llegó a la Española junto a los primeros frailes de la
orden de los Dominicos, quienes se identificaron con la vida de
penuria y trabajos forzados de los indios. Inmediatamente
iniciaron una lucha a favor de estas víctimas, por sus derechos
como iguales a los españoles.
“Soy la voz de Cristo que clama en el desierto de esta isla”,
fueron las palabras que lograron la enemistad de la orden de los
Dominicos, especialmente del autor de las mismas, con los
gobernantes de la colonia de Santo Domingo. Las palabras fueron
parte del sermón pronunciado por fray Antón de Montesinos en el
primer domingo de Adviento, el 30 de noviembre de 1511, en
presencia del Virrey Don Diego Colón, las autoridades de la
colonia residente en Santo Domingo y los señores más notables,
en un discurso lleno de reprensión y pecados muy detallados.
Su sermón titulado “Ego Vox Clamantis in deserto” fue firmado
por todos los frailes de la orden, y reclamaba a los españoles
derecho y justicia para los taínos, condenando la opresión
contra los mismos.
El escándalo fue enorme, y todos se asombraron por el
atrevimiento de fray Antón de Montesinos. Amenazas y suplicas no
fueron suficientes para variar la convicción de los frailes.
Fray Pedro de Córdoba, jefe de la orden, simuló aceptar una
reprimenda prometiendo que Montesinos se retractaría en su
próximo sermón. Al llegar el segundo domingo de Adviento, el 7
de diciembre, Montesinos volvió al ataque sobre el tema en
términos más duros. Ante tal osadía, los encomendadores,
encabezados por el Virrey, comisionaron a fray Alonso de Espinal
para acusar ante la Corte a los Dominicos, quienes, a su vez,
recolectando limosnas, enviaron al padre Montesinos a la Corte,
a fin de que esclareciera la situación al Rey.
Tras grandes dificultades logró Montesinos ver al Rey y
exponerle la situación. El Rey creó la Junta de Burgos,
compuesta por teólogos y juristas, para pronunciarse sobre el
caso. Montesinos se enfrentó contra Espinal y ganó la causa. El
Gobierno dictó como resultado las Leyes de Burgos, reglamentando
el trabajo en las Indias pero manteniendo las encomiendas y
repartimientos. Los dominicos y Montesinos siguieron la lucha,
pues estas leyes no revolvieron la situación, hasta lograr que
en el Gobierno del Cardenal Cisneros, se suprimieran las
encomiendas y repartimientos, y se designara el Gobierno de los
Gerónimos para mediar entre ambas partes y hacer cumplir las
disposiciones reales a favor de los aborígenes.
Las leyes no se aplicaron y fracasaron los planes de los
Gerónimos. Montesino murió sin ver su sueño de igualdad
realizado, y convirtiéndose en el autor del primer reclamo
oficial por la libertad e igualdad de la gente de América..
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Nicolás de Ovando
Gobernador y colonizador español
Nació en Brozas y fue criado en Cáceres. Educado en un ambiente muy
religioso religiosidad. Ferviente partidario de Isabel la Católica.
Ingresó en la Orden Militar de Alcántara para dedicarse al servicio
de la Iglesia y de la Corona. En 1478, fue encomendador de Lares.
Ovando fue uno de los diez hombres designados por los Reyes
Católicos para acompañar al príncipe don Juan en la corte preparada
para él en Almazán. Fueron escogidos por su importancia en la guerra,
en los asuntos públicos, en las letras, en las artes y por su
religiosidad. Como colaborador de los reyes, fue nombrado dos veces
visitador de la Orden, y se encargó de la reconstrucción de la
ciudad de Alcántara, muy deteriorada por la guerra de Sucesión
castellana. Nombrado gobernador de las Islas y Tierra Firme el 3 de
septiembre de 1501. A inicios de 1502, capitaneó una flota de 31
navíos que arribaba al puerto de Santo Domingo el 15 de abril de
1502. A poco de llegar la flota, un huracán destruyó la vieja ciudad
de Santo Domingo. Se refundó la ciudad en la orilla derecha del río
Ozama. Además se trazó a regla y cordel como mandaban los cánones
renacentistas. El modelo urbano será tenido en cuenta posteriormente
al fundarse otras ciudades americanas. Entre 1502 y 1504, terminó de
levantar el mapa urbanístico de la isla. Facilitaron esta tarea las
guerras del Higüey (1502-1503), con efecto en varias fundaciones de
la zona oriental de la isla. El 20 de diciembre de 1503, la reina
Isabel firmaba una Real Provisión legalizando los repartimientos de
indios en favor de los españoles. Con este documento nacía la
encomienda. De 1503 a 1505 Ovando generalizó los repartos de indios
en la isla Española. En su gobierno, se opuso a Cristóbal Colón y a
todo lo colombino: en 1502 el Almirante advirtió a Ovando de la
inminencia de un huracán, y aconsejó que no saliera la flota que iba
a regresar a España; no hizo caso del consejo y se perdió la flota
en que regresaba Francisco de Bobadilla con un importante tesoro. El
9 de julio de 1509, el comendador mayor de Alcántara fue sustituido
por Diego Colón en la gobernación de las Indias. Regresó a España,
donde falleció el 29 de mayo de 1511. Está enterrado en la iglesia
de San Benito de Alcántara.
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JOSE GABRIEL GARCIA
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Nació en Santo Domingo el 13 de enero de
1834. Historiador, escritor y político. Hizo sus es-tudios primarios
e intermedios en la capital dominicana. En 1848, con apenas 14 años
de edad, ingresó al ejército siendo asignado a la Brigada de
Artillería de la Plaza de Santo Domingo, co-mandada por el Coronel
Angel Perdomo. Como militar llegó a desempeñar varias funciones ad-ministrativas
y alcanzó el rango de Subteniente (1853). Acusado de conspiración y
perseguido por los enemigos de la causa independentista, tuvo que
salir del país (1855), radicándose en Venezuela por cinco años. De
vuelta al lar nativo trabajó en las oficinas de la Aduana y fue Re-gidor
del Ayuntamiento. Mientras se desempeñaba como Regidor del
Ayuntamiento protestó por los planes anexionistas de Santana, acción
que provocó que el Brigadier La Gándara lo enviara a la cárcel
(1861) en condición de prisionero de guerra. En 1865, luego del
triunfo de la Guerra Restauradora y de la expulsión de las tropas
españolas del territorio nacional, obtuvo su libertad mediante un
canje de prisioneros efectuado en Puerto Plata. A partir de entonces
tuvo bajo su cargo la Secretaría de Justicia e Instrucción Pública
(1865, 1876) y la Secretaria de Relaciones Exteriores (1866) y la
Tesorería Municipal de Santo Domingo (1898-1908). Sus artículos
perio-dísticos fueron difundidos en la mayoría de los periódicos
importantes de la época, tales como: El Oasis, El Patriota, El
Elector, El Eco de la Opi-nión, El Teléfono, Ciencias, Artes y
Letras, La Cuna de América y El Mensajero. Como escritor empleó gran
parte de su vida en la investiga-ción de temas históricos. Su
Compendio de historia de Santo Domingo fue la obra más valiosa, la
mejor documentada y la más completa en su género hasta las primeras
décadas del siglo XX. Compuesta por cuatro volúmenes publicados en
1867, 1887, 1900 y 1906, respectivamente, con el Compendio de his-toria
de Santo Domingo, José Gabriel García inaugura la historia mo-derna
dominicana, pues partiendo de sus propias investigaciones y sin
disponer de fuentes es-critas, logró reconstruir las ocho décadas y
media de historia nacional que distaban entre el cuarto volumen de
la Historia de Santo Domingo de Antonio Del Monte y Tejada y su
Historia moderna de la Republica Dominicana, aparecida en 1906. Sus
contemporáneos lo reconocieron como Padre de la Historia Nacional.
Murió en Santo Domingo el 19 de enero de 1910.
BIBLIOGRAFIA ACTIVA
ENSAYO: Compendio de la
historia de Santo Domingo. Santo Domingo: Imprenta García Herma-nos,
[1er. Vol., 1867; 2do. Vol., 1882; 3er. Vol., 1900; 4to. Vol. 1906].
Colección de los trata-dos internacionales celebrados por la
República Dominicana desde su creación hasta nuestros días. Santo
Domingo: Im-prenta García Hermanos, 1867. Breve refutación del
informe de los Comisionados de Santo Domingo. Dedicado al pueblo de
los Estados Unidos. Curazao: Imprenta del Civilizado, 1871. Rasgos
biográficos de dominicanos célebres. Santo Domingo: Imprenta de
García Hermanos, 1875. Memorias para la historia de Quisqueya o sea
de la antigua parte espa-ñola de santo Domingo desde el
descubrimiento de la isla hasta la constitución de la República.
Santo Domingo: Imprenta de García Hermanos, 1876. Partes oficiales
de las operaciones mili-tares realizadas durante la guerra
dominico-haitiana. Santo Domin-go: Imprenta García Herma-nos, 1888.
Guerra de la separación dominicana: Documentos para la historia.
Santo Domingo: Imprenta García Hermanos, 1890. Coincidencias
históricas escritas conforme a las tradiciones populares. Santo
Domingo: Imprenta García Hermanos, 1891. El lector dominicano. Curso
gra-dual de lecturas compuestas para el uso de las escuelas
nacionales. Santo Domingo: Imprenta García Hermanos, 1894. Historia
moderna de Santo Domingo. Santo Domingo: Impren-ta de García
Hermanos, 1906.
BIBLIOGRAFÍA PASIVA
Balaguer, Joaquín. “José Gabriel García”, en Historia de la
literatura dominicana. 7ma. ed. Santo Domingo: Editora Co-rripio,
1988: 187-190. | Balaguer, Joaquín. “José Gabriel García”, en Los
próceres escritores. Buenos Aires: Gráfica Guada-lupe, 1947:
171-188. | Contín Aybar, Néstor. “José Gabriel García”, en Historia
de la literatura dominicana. Tomo 2. San Pedro de Macorís:
Universidad Central del Este, 1983: 150-58. | Enciclopedia
dominicana. Vol. 3. Santo Domingo: Editora Centenario, 1976:
183-184. | Fleury, Víctor; Ricart, Gustavo; Bisonó R. “José Gabriel
García”, en Cien dominicanos céle-bres. Santo Domingo: Publicaciones
América, 1974: 246-247. | Garrido, Miguel Angel. "José Gabriel
García", en Siluetas. 2da. ed. Santo Domingo: Tipo-grafía El
Progreso, 1916: 29. | Henrí-quez Ureña, Max. “José Gabriel García”,
en Panorama histórico de la literatura dominicana, 2da. ed. Santo
Domingo: J. D. Postigo, 1966: 408-410. | Lebrón Saviñón, Mariano.
“José Gabriel García”, en Historia de la cultura dominicana. Vol. V.
Santo Domingo: Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, 1982:
97-99. | Martínez, Rufino. “José Gabriel Federico García”, en
Diccionario biográfico dominicano 1821-1930. Santo Do-mingo:
Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1971: 189-191. | Matos,
Esthervina. “José Gabriel García”, en Estudios de literatura
dominicana. Ciudad Trujillo: Pol Hermanos, 1955: 196-199. | Mejía,
Abigaíl. “José Gabriel García”, en His-toria de la literatura
dominicana, 7ma. ed. Ciudad Trujillo: Impresora Dominicana,
1951:154-156. | Sánchez, Enriquillo. “José Gabriel García en el
mágico cabaret de la libertad”, en Para uso oficial solamente. Santo
Domingo: Ferilibro, 2000: 650-652. | Vallejo de Paredes, Margarita.
Vol. 2. “José Gabriel García”, en Apuntes biográficos y
bibliográficos de algunos escritores dominicanos del siglo XIX.
Santo Domingo: Publicaciones ONAP, 1985: 121-129. |
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