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Rosa Duarte joven y óleo de Rosa Duarte, en
edad adulta, que se exhibe en el Instituto Duartiano. |
POR ÁNGELA PEÑA. Además del altísimo honor de
ser hermana del Padre de la Patria y fundador de la República,
Rosa Duarte figura en la historia como una de las mujeres que
estuvieron al tanto de los secretos revolucionarios de los
patriotas independentistas, para los cuales supo convertir en
balas las planchas de plomo que había en el almacén de su padre, y
a su acuciosidad y a su amor debe la historia nacional el valioso
códice que se conoce con el nombre de Diario de Rosa Duarte.
Al hacer la ponderación, el distinguido historiador
Vetilio Alfau Durán destaca el ardiente amor de la revolucionaria
por el suelo donde nació, por cuya libertad derramó amargas
lágrimas, sufrió persecuciones, perdió sus bienes, padeció
destierro perpetuo en unión de su madre, de sus hermanos, hermanas
y sobrinos y vio desvanecerse las ilusiones de su juventud al
quedar sin novio, fusilado junto a las tapias del cementerio de El
Seibo.
Alfau Durán y Emilio Rodríguez Demorizi fueron los
estudiosos del pasado que mayores reconocimientos pidieron para la
excepcional mártir. “Si hay una dominicana digna de la
consagración del mármol esa es Rosa Duarte: por su vida y su obra,
por sus padecimientos, por su permanente consagración a esa
angustiosa vida de dolores de quien se entrega, como ella, a los
recuerdos de la Patria y sufre en carne viva sus inacabables
infortunios”, escribió Rodríguez Demorizi quien editó y anotó los
Apuntes que la virtuosa hermana del patricio tuvo la visión de
conservar porque son “el punto de partida, la primera fuente y la
base por excelencia para emprender cualquier indagación y análisis
referentes” a Juan Pablo Duarte.
“No nos olvidemos de Rosa Duarte quien con sus Apuntes
nos legó un relato de primera mano sobre los acontecimientos del
27 de Febrero. Una mujer ejerciendo un oficio que aún hoy en
nuestro país es considerado masculino”, comentó la historiadora
María Filomena González Canalda en el prólogo a una reciente
edición de Mujeres de la Independencia, de Vetilio Alfau Durán.
Los dos prolíficos historiadores consideraron tan
altos los merecimientos de Rosa que coincidieron al pedir el
mármol para consagrar a la posteridad su nombre. “El mármol la
reclama. Debe vivir en él como vive palpitante en el agradecido
corazón del pueblo por cuya felicidad hizo las más bellas ofrendas”,
opina don Vetilio.
Rosa Duarte ha merecido el reconocimiento de una calle
de Gascue, nombrada así por iniciativa del regidor Alberto
Arredondo Miura, el veintisiete de enero de 1930. El acto de
bendición y colocación de rótulos se efectuó el quince de julio
de ese año. A los acordes del Himno Nacional, el entonces
presidente del Ayuntamiento descubrió una tarja de mármol con el
nombre de la llamada “heroína del sacrificio”.
“Me alegra que la calle sea tan importante porque si
fuera pequeñita, poco transitada, contribuiría al olvido en que se
tiene a Rosa Duarte, pero, por lo menos la vía es una referencia,
está en el centro de la ciudad, tiene mucho movimiento vehicular y
en la esquina de la Bolívar hay un cuartel de la Policía que la
identifica”, opina Quisqueya Lora Hugi, la autora del Atlas
Histórico de la República Dominicana y del Mundo, para quien la
dama “es un personaje a ser recuperado con mayor valoración y
énfasis”.
“MARGINADA DE LA HISTORIA”
Para la historiadora, dedicada también a la
preparación de libros de textos en el área de las Ciencias
Sociales, “Rosa Duarte es un personaje difícil por ser mujer y, en
general, la mujer dominicana está marginada de la historia, no se
le dedica gran atención, siento que es una gran olvidada, aparece
poco sobre ella y es una pena porque jugó un papel trascendental
en la Independencia y fue capaz de hacer esos apuntes. Realmente
del Padre de la Patria es poco el material documental existente
porque no escribió mucho, pero ella sintió que se iba a perder un
pedazo de la historia y reunió y rescató esas memorias”, señaló.
La autora de Bosch Historiador y de los Itemes de
Repaso para las Pruebas Nacionales, enfatiza que “la familia
Duarte, en sentido general, es especial porque no sólo se
identifica con el ideal patrio sino que se sacrifica, como en un
apostolado”. Comenta la entrega de Rosa a proteger y cuidar a la
madre y a los hermanos, la devoción y admiración que manifiesta
por Juan Pablo, el desprendimiento al aceptar vender las
propiedades heredadas para invertir en la lucha por la
independencia y el paciente amor hacia Manuel, el hermano que
enloqueció en el exilio. “Es una mujer sui generis para la época,
en todo momento pienso en ella como en una mártir”, dice.
De Rosa se conoce una foto de juventud y un óleo en
edad adulta que se exhibe en el Instituto Duartiano. Las
referencias no abundan. En algunas enciclopedias y diccionarios
dominicanos no se incluye. “Hay unos paradigmas creados en función
de las grandes gestas militares, las acciones de poder, de fuerza,
y quizá hay muy pocas mujeres que puedan competir, creo que hay
grandeza a todos los niveles, Rosa jugó su papel, incluso, hasta
en su papel maternal hubo grandeza”.
Considera Lora Hugi que la figura de la hermana
predilecta de Duarte “merece mayor estudio y entiende que el honor
de la calle “es significativo, pero no suficiente. A los
historiadores les toca incluirla en el relato histórico, que
cuando se lea sobre la gesta independentista no sólo se piense en
la Puerta del Conde, en el Trabucazo, sino en esa mujer
excepcional que también fue un gran apoyo para Duarte y que poseía
una capacidad de percepción del valor histórico, del gesto
duartiano, trascendente y significativo. Si no hubiera sido por su
libro, pocas noticias tuviéramos del Padre de la Patria, los
amigos escribieron pero ella tenía un conocimiento de él diferente,
por ser la hermana, porque la vivencia al lado de Duarte, fue
otra”.
ROSA DUARTE
Nació en Santo Domingo, en el barrio de Santa Bárbara,
el veintiocho de junio de 1820, hija de Juan José Duarte Rodríguez
y Manuela Diez Jiménez. Su nombre de pila es Rosa Protomártir.
“Mujer de talento natural y de virtudes sobresalientes,
supo conservar hasta el fin de sus días en estado de pureza, todos
los sentimientos nobles y delicados que le inculcaron sus padres
con una educación esmerada, habiendo rendido siempre un culto
especial al que entre sus deudos era don natural: el del
patriotismo, que no pudieron mitigar en ella ni la injusticia de
los hombres ni el rigor del infortunio”, se escribió en su
necrología.
Prefirió acompañar a su madre, condenada al destierro,
antes que casarse en la Patria con su prometido, Tomás de la
Concha, quien además fue su maestro balero y que fue fusilado
junto con Duvergé en 1855. Era de estatura esbelta, enfática en
el hablar, según Emilio Rodríguez Demorizi. En Venezuela fue
sostén y aliento de todos sus desafortunados parientes.
El 26 de octubre de 1888 falleció en la calle Sur 1,
casa 129, de Caracas, a causa de disentería. Al año murió su
hermana Francisca y un año después, el ocho de agosto de 1890
murió Manuel, también en Caracas, con cuya partida desapareció por
completo la familia Duarte Diez.
En Santo Domingo hay una calle con su nombre, la calle
Rosa Duarte nace en la avenida Bolívar y muere en la avenida 27 de
Febrero. |