MARZO DE 1961
Avenida George Washington (Malecón).
Al alba de ese día un grupo de vehículos corren por la
avenida y se van disgregando. Se estacionan a bastante
distancia unos de otros. Una camioneta Opel se lanza
velozmente por la carretera y rápidamente un Buick la
persigue. Un Land Rover, del ingenio azucarero Vicini,
trata de interceptar la Opel negra y blanca en fuga y
que esquiva a otra camioneta que le cierra el paso.
Finalmente, la Opel frena de súbito para evitar el
choque con el Land Rover. La camioneta, el Buick y el
Land Rover cercan la Opel en operación de ataque.
Era una cálida mañana de marzo del 1961.
Un grupo de dominicanos se preparaba con el propósito de
ajusticiar al tirano Rafael Leonidas Trujillo Molina,
quien gobernaba la República Dominicana desde el 1930,
cuando tomó por asalto la presidencia luego de dar un
golpe de Estado al entonces presidente Horacio Vásquez.
Ahora los ocupantes de los vehículos bajan y se reúnen a
discutir el ensayo. El plan elegido era interceptar y
eliminar a Trujillo. En ese ensayo estaban Juan Tomás
Díaz, Antonio de la Maza, Manuel de Ovín Filpo (inmigrante
español y agrónomo), Roberto Pastoriza, Salvador
Estrella Sadhalá y Huáscar Tejeda.
Huáscar: Definitivamente debemos tener un carro más
rápido.
Juan Tomás Díaz: ¿Qué te pareció, Antonio?
Antonio de la Maza calla un instante, mirándolos a todos.
Y entonces habla con firmeza y determinación.
Antonio de la Maza: Sí, carros potentes, nuevos. No
podemos fallar. Todo lo que sea necesario para eliminar
de una vez y por todas a ese bastardo.
Los conjurados de mayo del 1961 no fueron los primeros
en conspirar contra la dictadura de Trujillo. Ya en
junio del 1959 valientes patriotas llegaron al país por
aire y mar, iniciando una batalla desigual contra las
fuerzas del tirano. Muchos murieron en las montañas de
Constanza, de Maimón y en la playa de Estero Hondo. Los
jóvenes que fueron presos murieron torturados por los
esbirros del tirano. Al final, sólo cinco sobrevivieron,
dos de ellos cubanos (vivo está el héroe nacional Delio
Gómez Ochoa).
Algunos jóvenes criados al amparo del trujillismo,
intentaron salvar a algunos compatriotas. Huáscar Tejeda,
junto con su esposa, trató de convencer a funcionários
del regimen y habló con Modesto Díaz, presidente del
Partido Dominicano, única institución política de la
época.
1959. CASA DE MODESTO DIAZ
Huáscar Tejeda llegó a casa de Modesto Díaz en compañía
de su mujer Lindín.
Huáscar: Modesto, tú y tu hermano Juan Tomás pueden
salvar a esos muchachos. Debemos ayudarlos. Trujillo los
matará a todos.
Modesto lo para en seco.
Modesto Díaz: Mira Huáscar, ese es un asunto muy
peligroso. Ten mucho cuidado con quien tú hablas de esto.
Una cosa es acabar con Trujillo, pero… no creo que esos
sediciosos deban ganar. No te preocupes por esos
comunistas y concéntrate en tu trabajo.
Ya en la calle
Huáscar se dispone a salir de la casa de Modesto. Lindín,
su esposa, lo ha estado esperando en el carro.
Lindín: Huáscar, ¿y qué te dijo Modesto?
Huáscar: Qué va… No puede hacer nada, hasta él está en
desgracia. Todos esos muchachos van a morir. Oye Lindín,
estoy harto de esta vaina. Si Trujillo no fuera tan
abusador las cosas estarían de lo más bien.
1960. EN EL PALACIO PRESIDENCIAL
Modesto Díaz y su hermano, el general Juan
Tomás Díaz, habían caído en desgracia. La hermana de
ellos, Gracita Díaz, era opositora de Trujillo. Cierto
día fueron invitados a un almuerzo en el Palacio.
Trujillo, sentado, mira con el rabillo del ojo a los
hermanos Díaz. Ellos, junto a otros, están ligeramente
incómodos y ya perciben que serán de nuevo humillados en
público y saben porqué.
Trujillo: Señores, como ustedes saben, la
señora ésa, Gracita Díaz, es de los prófugos metidos
en la embajada del Brasil. Ella es quien debería llevar
los pantalones, porque lo que son Juan Tomás y Modesto
no sirven para nada.
El general Díaz hace un ademán pidiendo la palabra, sin
advertir que Trujillo va a aprovechar para pararlo en
seco y desconsiderarlo.
Juan Tomás: Jefe, si usted me permite explicar…
Trujillo: Cállese. No me venga con pendejadas. Yo los
mandé a que sacaran a Gracita de la embajada, ¿y qué
pasó? Nada. Pero esta vaina se acabó. Todos mis enemigos
van a morder el polvo de la derrota. Cóño, yo no sé qué
hago con dos blanditos como ustedes.
El ambiente ya está demasiado caldeado como para
intentar siquiera moverse, no fuera cosa que el Jefe lo
malinterpretara y su ira se volviera aún más aplastante.
La respiración de los presentes vuelve a su normalidad
cuando el tirano sale intempestivamente del salón.
Automáticamente, los hermanos Díaz aprovechan el momento
para también salir en silencio y con un pesado
sentimiento de agravio a su condición de hombres. El
general Díaz había sido retirado del ejército, siendo el
fin de su carrera militar. Su amargura fue mayor al
saberse parte de la legión de dominicanos que habían
sido utilizados, vejados y desconsiderados por Trujillo.
CASA DE JUAN TOMAS DIAZ
Los hermanos Díaz entran a la casa de Juan
Tomás visiblemente malhumorados. Fuman persistentemente.
En el trayecto del Palacio a la casa no abrieron la boca.
Pero ya en la casa dan riendas sueltas a sus reacciones
ante la humillación.
Juan Tomás: Está bueno de aguantar vainas… Yo no sé lo
que tú vas a hacer, pero yo sí sé lo que voy a hacer, yo
sí sé…
Modesto: Hay que hablar con Antonio de la Maza, te lo he
dicho mil veces. Acuérdate lo que sufre con el asesinato
de su hermano Tavito.
Juan Tomás: El Jefe que se cuide del mocano ése. Ahí la
sangre pesa más que el dinero, por más que le den
contratas del gobierno para comprarlo… No señor, los De
la Maza se la van a cobrar a Trujillo.
1960. EN EL PALACIO DE LA PRESIDENCIA DE LA REPUBLICA
Antonio de la Maza llega al despacho de
Trujillo, quien lo saluda con un abrazo.
Antonio fue oficial del ejército y dado de baja por
caprichos del tirano. Pero su resentimiento y odio
contra éste se originan en la muerte de su hermano
Octavio, alias “Tavito”, y quien había sido acusado de
la muerte del piloto norteamericano Lester Gerald
Murphy, que había traído al país al intelectual español
Jesús de Galíndez, y quien luego de ser secretario de
Trujillo abandonó el cargo refugiándose en Estados
Unidos, donde organizó una campaña contra el régimen
trujillista. Secuestrado en territorio norteamericano
fue traído a los pies de Trujillo, quien lo torturó
hasta la muerte.
Trujillo: Antonio, te mandé a llamar porque necesito que
tú te encargues de la construcción de la carretera que
va de Loma de Cabrera a Restauración…
Antonio cierra los ojos, muerde fuertemente
y los músculos de la cara quedan tensos, traga y siente
el beneficio de la contrata como un veneno que cae en su
corazón lacerado por la pérdida de su hermano a manos
del dueño de aquellas palabras. Disimula, pues ya en su
cabeza anda la respuesta ante tantas indignidades.
Trujillo: A propósito, quiero recordarte lo de Tavito,
un oficial ejemplar, meritorio. Ah, cuántos chismes,
todavía hay gente que piensa en que la Policía tuvo que
ver en su muerte.
Antonio vuelve la cabeza hacia arriba, en sus adentros
pide a Dios que lo ilumine. No sabe de dónde viene una
mueca que se convierte en una sonrisa y logra dar una
respuesta.
Antonio: Nosotros no le estamos diciendo, ni tampoco lo
estamos pensando…
Trujillo extiende la mano hacia Antonio De La Maza.
Trujillo: Mira, aquí tienes un cheque para que comiences
a trabajar.
EN LA CASA DE ANTONIO DE LA MAZA
Antonio llega a su casa, visiblemente indignado con lo
que le acaba de ocurrir con el asesino de su hermano.
Aída, su esposa, advierte la incomodidad y casi adivina.
Aída: ¿Vienes del Palacio?
Antonio: Mira, Aída, ya no aguanto más esta situación.
Todo el mundo piensa que soy un mimado de Trujillo. Pero
qué vaina me están echando…
Aída: Antonio, tú tienes que hacer algo, no puedes vivir
así con ese tormento…
Antonio: Este maldito cheque no me sirve para nada, o
mejor va a servir para algo que este pueblo va a
agradecer, voy a hacer algo mucho mejor que una
carretera, voy a empezar a construir otra cosa. Te lo
juro, Aída, por la memoria de Tavito.
Antonio: Ay, Antonio, ¿no será que tú sigues pensando en
eso? Vas a desgraciar tu vida…
EN LA CARRETERA DUARTE. PROXIMO A
SANTIAGO
Antonio de la Maza se encuentra con Angel Severo Cabral,
quien albergaba la misma actitud conspirativa contra
Trujillo. Conversaban sobre Miguel Angel Báez Díaz,
primo de Juan Tomás y Modesto Díaz, quien era uno de los
hombres del gabinete de Trujillo, pero que se había
sumado a las actividades conspirativas. Repasaban
nombres como el de Salvador Estrella Sadhalá, hijo del
general Piro Estrella, muy amigo de Antonio de la Maza,
también sumado a los planes contra Trujillo.
Antonio: ¡Qué barbaridad! Fíjate lo que le hicieron a
las hermanas Mirabal. Un crimen asqueroso. A este loco
ya le cogió con matar mujeres.
Sadhalá: Trujillo hace mucho tiempo que se pasó de la
raya, no oye a nadie, hace lo que le da la gana. Ni la
Iglesia se salva. Reniega del Concordato que él mismo
firmó con la Iglesia Católica. Esa Carta Pastoral cortó
la luna de miel…
Las masacres del regimen trujillista contra los héroes
de junio del 1959, contra los del Movimiento 14 de Junio
y el asesinato de las hermanas Mirabal fueron hechos que
pesaron para que la Iglesia Católica, profundamente
dolida, dirigiera un mensaje de protesta y clemencia, la
Carta Pastoral del Episcopado Dominicano.
Antonio: ¡Tenemos que hacer algo para acabar con ese
loco!
Sadhalá: Se está pensando en eso. A propósito, tengo
otro amigo para esto, él tiene un hermano condenado a 20
años, ese es otro preso de Trujillo.
Antonio: ¿Quién es? El amigo mío se llama Antonio Imbert
Barrera y el hermano preso se llama Segundo.
Antonio: Ese Imbert Barrera, sí lo recuerdo, trabajó en
la Cédula y fue gobernador de Puerto Plata cuando la
invasion del 49.
Sadhalá: Anjá, ese mismo. Desde aquella vez, no sé si tú
te acuerdas que hubo una confusion y muchos de los
invasores quedaron vivos, entre ellos Horacio Ornes.
Antonio: Sí, me acuerdo de todo eso. También me habías
hablado del teniente García Guerrero.
Sadhalá: Ah, sí. Amadito, tan buen oficial, buena
persona, pasa por una penosa situación y está
terriblemente disgustado, él y muchos jóvenes oficiales.
ENERO 1961. EN EL CUARTEL DEL SIM
El teniente Amado García Guerrero era
miembro del Cuerpo de Ayudantes Militares de Trujillo,
era uno de los pocos oficiales escoltas del tirano. Por
esa condición era vigilado. En cierta ocasión, por
sospecha, se le puso a prueba de lealtad por el Jefe,
cumpliendo órdenes se presentó al despacho del jefe del
SIM, el temible asesino Johnny Abbes, quien
personalmente lo mandó a matar a un jovencito que era
prisionero del regimen.
El muchacho permanecía sentado en una silla,
terriblemente golpeado. En la habitación sólo estaban
Abbes, Amadito y el prisionero.
Johnny Abbes: Teniente, aquí sabemos que usted anda
medio disgustado con el Jefe.
Tte. Amado: No. Yo lo que estoy es inconforme con que el
ejército no me haya dado permiso de casarme con mi novia.
Usted también se sentiría así. ¿No?
Johnny Abbes: No, porque la mía no es familia de
enemigos de Trujillo. Y quien es amigo de los enemigos
del Jefe es un conspirador. Usted está aquí para probar
su lealtad. Termine.

Trujillo en su juventud
Amadito está tenso, la respiración se va haciendo corta.
Lanza una dura mirada al siniestro Abbes, quien levanta
la cabeza, lo mira con el rabillo del ojo y lentamente
baja el rostro dirigiendo su funesta mirada al
prisionero, recalcándole en ese gesto la orden de matar.
Ahora espera la ejecución a manos del confundido oficial.
El joven condenado comienza a sentir su tragedia,
intenta hablar y solamente le salen suspiros, sólo eso
se escucha en la habitación. En cuestión de segundos, el
ruido característico de una pistola al ser sobada corta
el gemido del muchado y una bala disparada rompe aquella
joven vida con un tiro a la cabeza. Amadito guarda su
arma de reglamento, y en ese instante siente que su paz
desaparece. Su mirada no es la misma, está perdida. Oye
una voz que le dice que se vaya, pero no se mueve y la
voz insiste.
Johnny Abbes: Teniente, le dije que ya se podía marchar,
váyase. Preséntese ante sus superiores. ¡Teniente,
carajo!
Abbes lo agarra por un brazo para sacarlo de su despacho.
Amadito hace un movimiento brusco y se suelta. Sus
miradas chocan y el temible asesino siente que aquel
joven oficial está alterado, por lo que cambia de
táctica.
Johnny Abbes: Por favor, teniente…
Amadito sale del despacho, va aumentando el paso hasta
salir finalmente del edificio que alberga al SIM.
Quisiera gritar, se contiene y finalmente sentencia.
Amadito: Juro, aunque sea lo último que haga en mi vida,
Dios perdóname, no soy asesino… Qué han hecho conmigo,
Virgen de la Altagracia, maté, maté, Dios del cielo,
ayúdame… Ya sé, eso es lo que haré. Voy a usar la
próxima bala para terminar con ese criminal. Trujillo,
te lo juro…
EN LA CASA DE JUAN TOMAS DIAZ
Reunión conspirativa. Junto a Juan Tomás
están Amadito y Pedro Livio Cedeño, también oficial del
régimen caído en desgracia por sospechas del tirano.
Pedro Livio: Juan Tomás, tú sabes mi posición con
relación a Trujillo. Ese mierda está jodiéndonos a todos.
Amadito: Fifí Pastoriza piensa lo mismo.
Pedro Livio: ¿Ese no es Roberto…?
Juan Tomás: Sí. Roberto Pastoriza y Huáscar Tejeda ya
están con nosotros.
Pedro Livio: ¡Ah, caramba! Pero a ellos les dieron
varias obras del gobierno. Coño, aquí hay mucha gente
disgustada…
Juan Tomás: Te digo que esos dos ingenieros no están
ciegos. Y están dispuestos a jugársela.
Pedro Livio: Eso mismo, gente con cojones para acabar
con esta vaina. Ah, y me enteré que también se sumó a
nosotros Imbert Barrera. ¿Qué tú vas a hacer con él Juan
Tomás?
Juan Tomás: No sé, de eso que se ocupe Antonio, talvez
vaya en el grupo de acción, pero no es seguro.
Ante la respuesta Amadito y Pedro Livio se miraron,
luego advierten que Juan Tomás está pensativo y tratan
de cambiar el tema. Juan Tomás se refería al grupo de
combate que eliminaría a Trujillo. Hasta ese momento el
grupo fue formado, en principio, por todos los hermanos
De la Maza, además del español Manuel de Ovín Filpo,
Tunti Cáceres, Pedro Livio Cedeño, Salvador Estrella
Sadhalá, Huáscar Tejeda, Roberto Pastoriza y el teniente
Amado García Guerrero. Y quienes ya estaban realizando
prácticas de emboscada militar.
En ese instante entra Antonio de la Maza.
Antonio: Claro que hay hombres, buenas noches,
caballeros. Lo que dice Huáscar es verdad, pero no
escuché todo, ¿cuál era el tema?
Modesto: Qué tal, Antonio. Planteaba que después de
eliminar a Trujillo, ¿quién gobernaría? Es simple,
lógico, este complot debe tener un sentido político,
debe traducirse en un golpe de Estado con un plan que
satisfaga nuestras aspiraciones dentro de un contexto
político aceptable, conservador, democrático. Fíjense,
aquí hay muchos grupos trujillistas y ya hemos visto que
existe el embrión de una oposición fuerte que trabaja en
silencio, subrepticiamente. Nadie puede con Trujillo, ni
la OEA ni los norteamericanos que lo pusieron ahí.
Juan Tomás: Ya hemos visto cómo se burla de todo el
mundo, puso a un títere, a Joaquín Balaguer, como
Presidente y asimismo sigue dando órdenes. Necesitamos
un alto jefe militar. Hemos estado analizando la
situación, quién puede ser, se habló de Luis Amiama Tió
para que tanteara a Pupo Román.
Fifí Pastoriza: Ahí sí, con Pupo estaríamos
del otro lado.
Antonio: No cantes victoria, Fifí. Tranquilo. Dime,
Modesto, ¿cuándo hablarán con el general Román?
EN LA CASA DE PUPO ROMAN
Conocido como Pupo, se trataba del general José Román
Fernández, el militar de mayor rango después del
Generalísimo Trujillo. Emparentado con la familia
Trujillo por haber contraído matrimonio con una sobrina
del tirano, sin embargo sufría los excesos y
autoritarismo del Jefe. Enrolarse en el complot le fue
posible debido a su entrañable amistad con Luis Amiama
Tió, de quien era compadre. Tió habría comentado con
Pupo su descontento del regimen, siempre en privado.
Pero la conversación definitiva se produjo en una
hacienda de Pupo, pocos días antes del 30 de mayo.
Pupo Román: Nunca me había visto en esta situación, con
tantas deudas. Me está matando ese préstamo del Banco
Agrícola y el Jefe parece que disfruta eso, el otro día
le pedí que me ayudara hasta que yo pueda resolver y
pagar, pero se hizo el que no me oyó. Coño, cuánta
humillación.
Tió: Te entiendo, ya pasé por eso. Sin embargo, tú con
la posición que tienes deberías tener mayor suerte.
Pupo: ¿Dónde tú crees que vives? Trujillo da y quita
todo aquí, si él quiere tú te jodes en un pestañar, no
mi querido Luis, parece que la vejez le está cogiendo
con hacer más maldad, goza todo lo mal que la pasamos,
incluso quienes le servimos. Disfruta que tú no te
imaginas, yo que lo veo todos los días sé lo que pasa,
cómo se ríe del mal ajeno. Primero él, y los demás que
se jodan, que se los lleve el mismisimo diablo.
Tió: Podrías ocupar su lugar. Te voy a confesar lo
siguiente y si no estás de acuerdo te pido que en honor
a nuestra amistad me guardes el secreto.
Pupo: No, no, no, espera. ¿No me digas que tú también
estás…?
Tió: ¿Conspirando? Sí, y no sólo yo, te asombrarías de
la cantidad de gente con la que estoy.
Pupo: ¿Por qué me dices esto? ¿Tú te estás volviendo
loco?
Tió: Te lo digo porque te necesitamos.
Pupo: ¿A mí?
Tió: Compadre, esto es muy serio, no es cosa de
muchachos, ni estoy loco, estoy igual que tú desesperado
con esta situación. Tú no quieres este régimen, ¿o estoy
equivocado?
Pupo: No, no estás equivocado compadre. ¿Quién más sabe
que estamos hablando de esto, de lo que tú propones?
Tió: Hay mucha gente valiosa, es una necesidad
patriótica…
Pupo: ¿Quién? Dígamelo o cortamos aquí mismo el tema…
Tió: Juan Tomás, Modesto…
Pupo: ¿Los hermanos Díaz?
Tió: También Salvador Estrella Sadhalá, Pedro Livio
Cedeño…
Pupo: Ya está bueno de nombres. Ahora, ¿qué hay de los
norteamericanos?
Tió: Hay contactos. Después de la condena de la OEA,
Trujillo se quedó sin el apoyo de los norteamericanos,
está como la arepa. Nosotros ya estamos hablando de un
golpe de Estado.
Pupo: ¿Y ustedes creen que hay condiciones para darle un
golpe de Estado a Trujillo?
Tió: Por supuesto. Claro, habría que ir más lejos…
Pupo: Hablemos claro. Un golpe de Estado sólo da
resultado si Trujillo muere y todos sus familiares son
exiliados, ya sus hermanos hay que hacerlos presos o
sacarlos también de aquí, eliminar todo el aparato
represivo, el SIM, Johnny Abbes…
Tió: Estamos de acuerdo. Pero las condiciones, éste
estado de cosas, él mismo se las buscó. Cometió muchos
errores. Ese atentado al presidente venezolano, Rómulo
Betancourt, ahora romper con la Iglesia Católica, la OEA
presionándolo con sanciones… aquí no se sabe lo que va a
pasar, a Trujillo se le están cerrando todas la salidas.
Pupo: ¿Cuál es el plan de ustedes? ¿Qué esperan ustedes
de mí?
Tió: Bien. Una vez desaparecido Trujillo, se crearía una
Junta Cívico-Militar encabezada por ti. Pupo, es una
necesidad patriótica. ¿Tu trabajo? Mantener el control
del ejército. Bueno, ¿entonces podemos contar contigo?
Pupo: Dos condiciones. Debo estar al tanto de cada paso
del complot.
Pupo Román hace un largo silencio. Tió no habla nada,
apenas espera que diga su otra condición, casi lo
adivina cuando el general menciona con firmeza extrema
la demanda que suena como una sentencia.
Pupo: No me muevo hasta no ver con mis propios ojos el
cadáver del Generalísimo Rafael Leonidas Trujillo
Molina.
El general citó al tirano con el grado militar, nombres
y apellidos. Lo hizo casi deletreando cada sílaba. In
crescendo. Mirando fijamente a su interlocutor. Tió
movió ligeramente la cabeza, con aquel gesto
característico de afirmación. Sus manos diestras se
acercaron lentamente hasta alcanzarse una a la otra,
apretándose fuertemente. Ambos pronunciaron la palabra
siguiente como si la hubiesen practicado muchas veces:
Pupo/Tió: ¡Hecho!
EN LA FINCA DE PUPO ROMAN
En la fiesta de cumpleaños de Pupo Román estaban varios
de los complotados para derrocar a Trujillo y su régimen.
Presentes estaban Pupo, su esposa Chana y sus hijos;
Modesto, Juan Tomás, Miguel Angel Báez Díaz, Amiama Tió,
algunos familiares de los conspiradores y convidados de
confianza. Alguien coloca un disco y se inicia el
merengue “Salve San Cristóbal”, algunas parejas dan los
primeros pasos y la música es cortada. Es Pupo el de
aquella acción.
Pupo: Perdónenme. Es que ya la hemos oído mucho. Vamos a
poner otro merenguito bastante bueno, dedicado a mi
amigo Juan Tomás.
Se escuchan las cadenciosas notas musicales del merengue
“Compadre Pedro Juan”.
Pupo: Hay que variar la música…
Se le acerca el grupo de complotados.
Juan Tomás: Claro Pupo. Hay que variar la música. Tiene
mucho tiempo. Ya es hora.
Modesto: Felicidades Pupo. Me gustaría celebrarlo
contigo como Presidente algún día. Tenemos buenas
noticias: la CIA está cooperando con nosotros. El cónsul
norteamericano dice que su gobierno acepta que seas tú
el sucesor de Trujillo…
Pupo: ¿Cómo?
Juan Tomás: Por supuesto, en una eventual desaparición
del Jefe. En realidad esa fue nuestra única propuesta,
pues no queremos a más nadie en ese puesto.
Pupo: Baja la voz.
Miguel Angel Báez Díaz inicia el “cumpleaños feliz…” Era
uno de los más cercanos colaboradores de Trujillo, pero
también se había colocado del lado contrario y trabajaba
en el complot subrepticiamente. La simulación era su
mejor arma y la dispuso a favor del complot vigilando
cada paso del Jefe. Por un instante, Pupo recordó el
momento más amargo que le había tocado vivir. Cuando
visitó el lugar donde habían sido asesinadas las
hermanas Mirabal.
1960. LA CUMBRE, DONDE MATARON A LAS HERMANAS MIRABAL
Patria, Minerva y María Teresa Mirabal fueron asesinadas
por orden del tirano el 25 de noviembre del 1960.
Semanas después del asesinato a manos de esbirros del
tirano, Trujillo visitó el lugar en compañía del general
Pupo Román.
Trujillo: Entonces, fue por aquí que cayeron las
Mirabal. Lamentable. Un horrible accidente que los
enemigos del régimen me atribuyen.
Nadie dijo nada. Pupo Román apretó los labios. Conocía
ese tono de Trujillo. Entendió que decir algo, cualquier
cosa, aun corroborando lo que decía Trujillo, sería
malinterpretado. Aquel tono del tirano era
inconfundible, pues hablaba en voz alta y no esperaba la
opinion de nadie, apenas el silencio cómplice.
EN LA CASA DE PUPO ROMAN
Obviamente, siendo una operación militar el cerco y
eliminación de las tres hermanas Mirabal, Pupo era uno
de los sospechosos del crimen. Se desahoga con su hijo
José René, también militar.
Pupo: Si es así como Trujillo quiere mantenerse en el
poder, que no cuente conmigo.
José René: ¿Pero fue o no fue un asesinato?
Pupo: Un asesinato cruel, bueno todos los asesinatos son
crueles, pero éste… Mi hijo, tú sabes que él es un
criminal, un loco, un sicópata… Bueno, pero aquí ya las
cosas no serán más las mismas… Trujillo y su régimen
están en el principio del fin.
José René: ¿Qué usted quiere decir con eso, papá? El
principio del fin…
Pupo: Olvídalo. Déjame solo, quiero pensar. Cuántas
intrigas, Dios mío.
CASA DE MODESTO DIAZ
Modesto Díaz ya se perfilaba como el líder ideológico
del complot, aunque era político conservador. Nueva
reunión conspirativa con Modesto, Juan Tomás, Pedro
Livio, Huáscar Tejeda y Fifí Pastoriza.
Modesto: Bien, caballeros, tratemos el aspecto político…
Juan Tomás: Sí, sí, sí. Hay que quidarse de los
comunistas.
Modesto: Ese fue el problema de Cuba, acabaron con
Batista y cuando creen que las cosas van bien, Fidel
Castro se declara comunista, cambian una dictadura por
otra, eso no puede ocurrir aquí…
Pedro Livio: Ese es un problema de ellos, lo cierto es
que si tuviéramos a un Fidel Castro, a un Ché, fuéramos
lejos ya… Y fíjense que ya ese Fidel anduvo por aquí
cuando vino a reparar el barquito con que desembarcó en
Cuba.
Huáscar: Permítanme, yo creo, quiero decir que ya
estamos desviándonos del tema, ¿no creen? Aquí el
problema no es Fidel Castro, o el Ché, que si los
comunistas, qué se yo, pienso que debemos concentrarnos
en acabar con Trujillo. No necesitamos ni Ché, ni Fidel,
aquí hay hombres…
La CIA y el plan político
militar
PRIMERA SEMANA DE MAYO 1961. CASA DE JUAN TOMÁS DÍAZ
Olga Despradel de Cedeño, Cristiana de Díaz (Chana),
Urania de Estrella, Aída de De La Maza conversan en la
cocina de la casa. Olga es la esposa de Pedro Livio,
Chana de Juan Tomás, Urania es de Estrella Sadhalá y
Aída de Antonio de la Maza.
Chana: ¿Quiere decir que no aceptas, Olga?
Olga: No es lo que piensas. Fíjate, Chana, mi condición
no es para andar por ahí como si nada, no me estoy
sintiendo muy bien.
Urania: Pero por fin, ¿cuántos meses tienes?
Olga: Cinco, más o menos. Ven acá, ¿y qué es lo que esos
hombres hablan tanto?
Aída: ¿Y tú no sabes, no me digas que Pedro Livio aún no
te contó nada?
Chana: No seas indiscreta, Aída.
Olga: ¿Indiscreta? A no, ustedes me van a decir ahora
mismo qué está pasando.
Mientras, en la sala de la casa se desarrollaba el tema
que Olga aún no conocía.
Modesto: Claro, la confianza es primordial. Debe ser
mutua. Ya no es simplemente por motivos personales.
Ahora es un golpe de Estado con todas las de la ley.
Pedro Livio: Con Pupo de este lado se multiplican
nuestras expectativas.
Modesto: Exactamente. Se multiplica el efecto
conspirativo. El proyecta seriedad y confianza. A
propósito, ¿qué hay de Guarionex Estrella y Salvador?
Sadhalá: Pueden contar con el apoyo de mi hermano.
Antonio: ¿Pero él controla bien la brigada de La Vega?
Sadhalá: El me lo aseguró. Por lo menos, él está con
nosotros. El dice que el hombre tiene que desaparecer de
este mundo antes de entrar en acción.
Tió: Definitivamente, eliminado Trujillo, es mucho más
fácil tomar el control de los cuarteles y obtener el
apoyo de las brigadas.
Antonio: ¿Y ya se decidió quién se encargará del Johnny
Abbes?
Tió: Pupo dice que lo colgará de la estatua de Colón.
Señores, a mí me parece que todo va demasiado bien. Nada
es perfecto y aquí algo fallará. Yo creo que debemos
hacer aquel pacto. Si nos descubren nos cortan pedacito
a pedacito con navajas de afeitar.
Antonio: Aunque nos descubran, de cualquier manera se va
Trujillo, lo que nosotros tenemos que hacer es apresurar
el paso y acabar con todos ellos o ellos acaban con
todos nosotros.
Tió: Los Trujillo creen que todo se lo debemos a ellos.
Un fallito y todos nos vamos en fila.
Antonio: Talvez el plan del golpe de Estado falle,
supongamos que falle, anjá, falló, ¿y? Que falle. Lo que
no debe fallar es que le arranquemos la cabeza a ese
hombre. Y la idea que más me gusta es la de Amadito y
Huáscar.
La idea consistía en elaborar un plan para emboscar a
Trujillo con persecución de vehículos en la avenida
George Washington (malecón). Una emboscada sorpresa
desde varios ángulos cerrando todas las vías de escape y
el ataque con fuego desde un solo angulo. Si salía ileso,
habría una segunda emboscada. Amadito explica su idea.
Amadito: El objetivo sale martes y jueves por la avenida
hacia San Cristobal. Viaja con el teniente Zacarías,
solo. Ya se dio la orden de que la escolta no lo
acompañe…
Sadhalá: Espera, espera, repite eso… lo de la escolta.
Amadito: Yo oí cuando le dijo al general Arturo
Espaillat que retiraran la escolta, sin embargo yo creo
que ellos están pensando en ponerle hombres vigilando
sin que Trujillo se dé cuenta.
Antonio: No sea pendejo, ahora él se siente bien seguro.
Pedro Livio: Cuánta confianza.
Amadito: El asunto es que ahora es muy posible que la
emboscada sea más efectiva, sin necesidad de enfrentarse
a ninguna escolta.
Antonio: Carajo, es ahora o nunca.
Modesto: Bien, todas las condiciones se están dando.
Evidentemente este plan es sencillo, muy espectacular,
pero simple.
Huáscar: Muy simple, pero muy efectivo. Parece de
película, persecusión y ataque como hacen los
pandilleros de Chicago. Vamos a ponerle un nombre “El
plan de la avenida”…
Juan Tomás: Sí, ése está bien, hay que diferenciarlo de
los otros.
Antonio: Hay que hacer más prácticas, afinar la
logística, las armas, los vehículos, prácticas de tiro.
Juan Tomás: Bueno, yo los invito a la finca el próximo
fin de semana, allá pueden tirar sin problema. Fifí y
Huáscar recortaron las escopetas y hay que probarlas,
además invitaremos a Ovín Filpo para que revise esos
cortes.
EN LA FINCA DE JUAN TOMÁS DÍAZ
Antonio de la Maza y su hermano Ernesto habían aportado
dos escopetas nuevas semiautomáticas. Fifí Pastoriza y
Huáscar Tejeda las habían recortado. Habían pocas armas
porque el arsenal prometido por la CIA no había llegado.
Presentes están Antonio, Juan Tomás, Fifí, Huáscar y
Manuel de Ovín Filpo. Antonio dispara varias veces, pero
no se siente muy convencido.
Antonio: Prueba tú, Huáscar, a mí no me convence.
Huáscar dispara con una de las escopetas. Luego dispara
con la otra.
Huáscar: Esta está mucho mejor. ¿Qué te parece, Ovín?
Ovín reflexiona un instante, examina las escopetas, mide
la distancia y los cortes en el cañón de cada una de las
escopetas.
Ovín: Tres cosas. Primero, los cañones deben estar más
cortos, pero deben ser cortados con técnica, éstos están
‘mochao’. Segundo, debe ponérsele más pólvora a los
cartuchos, porque éstos fueron hechos para tirarles a
palomas, yo me ocuparé de eso, no se preocupen… Fíjense
que los perdigones se agolpan demasiado cerca y así no
son efectivos a poca distancia, tienen que abrirse más…
Antonio: ¿Y la tercera cosa, cuál es?
Ovín: Bolas, grandes…
Antonio: No jodas que aquí todo el mundo tiene cojones…
¡Acaba!
Ovín: Me refiero a bolas de acero, no perdigones,
tenemos que cambiar los perdigones por bolas de acero de
rodamiento, bolines…
Juan Tomás: No va a quedar nada de Trujillo…
Ovín: Hombre, ¿y no es eso lo que hay que hacer? Que
desaparezca.
Juan Tomás: Bueno, pero aún así necesitamos las
ametralladoras que ofreció la CIA.
Antonio: Esos yanquis están con muchas monerías con las
‘jodías’ ametralladoras esas. Con o sin ellas le vuelo
la cabeza a ese hombre. ¿Qué se creen los gringos esos,
que con esas pistolistas que dieron es suficiente? No
ombe, ¡no sea tu pendejo!
Juan Tomás: Bueno, pero ellos están cumpliendo, las
ametralladoras van a entregarlas en cualquier momento…
Huáscar: A mí me parece que eso de promesa, que va, de
ahí no pasa…
Antonio: Pendejo el que se la cree, mira ahí están más
interesados en tumbar a Fidel Castro que a Trujillo…
Juan Tomás: Hay que conservar la calma, nos estamos
poniendo muy nerviosos.
Antonio: ¿De qué tú estás hablando? Aquí nadie está
nervioso, por qué hay que estar nervioso, aquí no hay
pendejos.
Juan Tomás: ¡Tú estás muy tenso!
Antonio: ¿Yo? ¡Qué carajo éste…!
Juan Tomás: ¡A mí no me eches carajo! En esta vaina
todos estamos metidos hasta aquí…
Antonio: Lo que pasa es que te estás apendejeando.
Ernesto: ¡Antonio!
Juan Tomás: No te creas el pato macho del grupo, ¡tus
cojones no pesan más que los mios!
Huáscar: ¡Juan Tomás, Antonio…!
Ovín: Guarden esa rabia para Trujillo.
Antonio: Déjame decirte una cosita. No soy el pato
macho. Lo que pasa es que tú defiendes mucho a los
gringos, tú y Modesto creen todo lo que ellos les dicen.
Que un día vienen las armas, pero que hay que actuar con
cautela, que nos aguantemos. ¡Coñazo! ¿Pero a quién es
que Trujillo tiene ‘jodíos’?
Juan Tomás: Es por tu bien y el del grupo, hay que
cuidarse…
Antonio: ¿Cuidarme de qué? Yo, ya estoy muerto. A ese
señor lo mato con lo que sea, en cualquier momento,
saben… Por mí que nadie se preocupe, ya yo viví lo que
tenía que vivir y sólo espero ese momento para vengar a
Tavito, a ninguno de ustedes le mataron un hermano…
Juan Tomás y Antonio estaban irritados. El tiempo
avanzada y el plan no. Los norteamericanos hablaban de
posponer el complot. La CIA creía que no era oportuno
eliminar a Trujillo en momentos en que se planeaba la
invasion de Bahía de Cochinos, en Cuba. Era un secreto a
voces que el desembarco de un ejército financiado,
organizado y entrenado por el gobierno norteamericano se
daría en ese abril del 1961.
EN LA CASA DE SIMÓN THOMAS STOCKER
Dos norteamericanos estaban en la conjura. Stocker y
Lorenzo Berry, muy conocido como Wimpy por una
ferretería que tenía con ese nombre en la Bolívar
esquina Pasteur, al lado del colegio El Apostolado,
lugar encubierto de la CIA, y muy usado por el agente
Lear B. Reed, jefe de los espías encubierto como
estudiante de geología. Wimpy, que había llegado al país
para entrenar pilotos dominicanos, recibió el cargamento
de armas y se lo entregó a Stocker.
Wimpy: Here it is all of what they sent (Aquí está todo
lo que enviaron).
Stocker: How “all”? (¿Cómo que todo?)
Wimpy: Mister Reed told me that the weapons and grenades
promised will be sent (El señor Reed me dijo que luego
se enviarán las armas prometidas y las granadas).
Stocker: What do you have there? (¿Qué tienes ahí?)
Wimpy: The weapons that were possessions of the security
of the embassy (Las armas que eran de posesión de la
seguridad de la embajada).
Stocker: The Dominicans will not accept (Los dominicanos
no lo van a aceptar).
Estaba en lo cierto. Stocker contactó a Angel Severo
Cabral, uno de los más comprometidos conspiradores.
Severo: Tres carabinas M-1 y municiones… ¿Ese mister
Reed dijo que es todo?
Stocker: Sí. Orden de la CIA. Las otras armas después.
Severo: Pero ustedes están equivocados, me parece, yo no
sé cómo se manejan…
Stocker: También yo no conocer el plan, yo sólo ayudar,
sólo hacer eso, preguntar and mister Wimpy and mister
Reed.
Severo: ¡Tremenda noticia! Vaya con la montaña de armas
que iban a enviar. Deje que se enteren los otros. No es
bueno que usted vaya, porque esto, fíjese, yo conozco mi
gente, se van a sentir burlados.
Stocker: Un momento, señor Severo, hasta aquí mi ayudar.
La CIA tener problema, el fracasar de Bahía de Conchinos
ser golpe grande. Yo entender que por el momento no
habrá más apoyo militar. Ok?
Esas armas fueron entregadas el 17 de mayo del 1961,
pero posteriormente la CIA envió una contra-orden de no
facilitarlas. Ahora se inician las contradicciones entre
el gobierno de Kennedy y los comandantes del complot
contra el Jefe. Agrias discusiones se producían entre el
Cónsul General norteamericano, Henry Dearborn, y los
conspiradores. En esos días el gobierno norteamericano
había cambiado de planes con respecto a la eliminación
de Trujillo. Pero los líderes del complot continuaban
con el desarrollo del mismo.
EN EL MALECÓN
El 24 de mayo Antonio de la Maza cumplía años. Lejos de
celebrar, estaba más pendiente de la trama. A principios
del 1961 había comprado un potente vehículo marca
Chevrolet de 350 caballos de fuerza con ocho cilindros
en línea, con el objetivo de usarlo en el plan de
persecución. Ese día fue a probarlo con el señalado para
manejarlo, Tunti Cáceres, muy diestro al volante, y los
acompañó Huáscar Tejeda. Ya en el malecón esperan que
haya poco tránsito.
Tunti al volante, Antonio a su lado y Huáscar atrás.
Tunti: Bien, vamos a apagarlo, ahora encenderlo. ¡Ah! De
sentir la llave prende. Caramba, ruge como un león,
parece una fiera.
Huáscar: Date gusto, éste es de los Chevrolet que usa la
policía en Nueva York. Nuevecito.
Antonio: Acuérdate lo que te dije. Arranca, haces zigzag
dos o tres veces, apagas y enciendes las luces dos veces
y luego frenas, y al frenar controla el guía para que te
pongas en sentido contrario al que venías. ¿Está claro?
Tunti: Claro, claro. Está fácil.
Antonio: Arranca. Eso. Ahora aumenta a 150 kilómetros.
Ve dando zigzag. Asimismo. Prueba luces. Pestañéalas.
Mantenlo ahí, déjame buscar posición de tiro. Ahora
frena, ¡rápido! ¡Mantén el control!
Tunti: Sí, sí, sí, allá va.
Al frenar con fuerza, las gomas dejan una larga marca
negra en el pavimento.
Tunti: ¡Coooño, qué buen carro! Tremendo.
Antonio: Retrocede y hazlo de nuevo.
Huáscar: Verdaderamente, Amadito dio en el clavo, no hay
duda que va a resultar…
EN LA CASA DE ANTONIO DE LA MAZA
Aída está preparando los festejos del cumpleños de
Antonio cuando éste llega acompañado por Huáscar y
Tunti.
Aída: ¡Oh! Antonio, ven mi amor, que te tengo una comida
de sorpresa. Tunti, tú siéntate por aquí, y Huáscar y
Lindín de este lado.
Lindín: Y qué le van a regalar, hay perdonen…
Aída: ¿Qué tú quieres, mi amor?
Antonio los mira a todos y hacia atrás, como
percatándose de que nadie más va a oír su deseo.
Huáscar: Bueno, ¡El hombre desea algo grande!
Todos ríen, menos Aída, que advierte el semblante
atormentado reflejado una vez más en la cara de Antonio.
Conoce al dedillo a su esposo. Intenta sonreír para
avivar el momento, y es entonces que Antonio menciona
aquellas palabras lapidarias. Y las pronuncia como para
sí mismo, pero en voz alta.
Antonio: El mejor regalo sería el cadáver de Trujillo.
EN EL CARRO DE HUÁSCAR TEJEDA
Huáscar y Lindín ya se dirigen a casa. En el camino,
Huáscar va comentando cosas, pero Lindín sólo lo mira.
Huáscar conoce aquella mirada. Ella lo mira y él se hace
que no entiende. Lindín resuelve preguntar directamente.
Lindín: Huáscar, ¿qué es lo que está pasando?
Huáscar: ¿Cómo que qué es lo que está pasando? Pero tú
no me estás atendiendo, yo habla y habla, y ella ni caso
me hace.
Lindín: Ay, Huáscar, nos conocemos. Tú sabes muy bien de
qué te estoy hablando. Pero si no lo sabes, yo te lo voy
a poner más claro. Tú y Fifí practican al tiro más de la
cuenta. No sales de una bendita reunión, cuando no es
con Antonio de la Maza es con Juan Tomás Díaz o con
Tunti. Y no es la primera vez que yo oigo hablar a
Antonio como lo hizo hoy. Tú estás en algo, Huáscar.
Huáscar: No ombe, Lindín, ahora te da con imaginarte
cosas.
Lindín: No creo, no. Pero tú no oíste cómo Antonio me
dijo el otro día “Lindín, ese hijo que vas a tener
nacerá libre”, y que yo sepa él no estaba bebiendo. Y
mira lo que dice hoy, y con la cara que lo dice… Ay no,
aquí está pasando algo, nadie me lo quita de la cabeza,
así que háblame claro, que yo no soy una idiota.
Huáscar: Qué cosa ésta. Después hablamos de eso…
Lindín: Cómo que después, no señor ahora, después es
después. Pero es verdad, ahora tú andas con secretos con
tu mujer, la mamá de tus hijos… Por fin, ¿qué me vas a
decir?
Huáscar conduce, mira a Lindín y ella con su gesto de
cara esperando, con los ojos bien abiertos, los brazos
cruzados, moviendo las cejas, alisando el pelo… Huáscar
cree que haciendo silencio gana tiempo, vuelve y mira y
percibe que definitivamente va a tener que hablar, pero
hablar la verdad. Así que detiene el carro a un lado. Lo
apaga, mira hacia los lados. Y Lindín ahí, a su espera,
de modo que resuelve hablar.
Huáscar: Mira, Lindo, Trujillo va a morir pronto.
Lindín: Ay, Huáscar, no me vengas con la misma canción.
Desde cuna me la están cantando y la cosa sigue igual.
Con ese cuento es que siempre me han dormido.
Huáscar: Oyeme bien, lo vamos agarrar en la avenida. Ya
es cuestión de días. En cualquier momento… ¿Por qué tú
pones esa cara de “yo no te creo”? El plan es una
emboscada, un miércoles o un jueves cuando se dirija a
la Casa de Cahoba. Antonio ce la Maza es el jefe del
grupo que ajusticiará a Trujillo.
Lindín: ¿Ajusticiar o matar? Yo entiendo que comoquiera
es una vida de Dios…
Huáscar: En este caso matar o como tú quieras llamarle
se trata de un acto de justicia por sus crímenes. Las
hermanas Mirabal, por ejemplo.
Lindín: Está bien, como ustedes digan, pero eso es un
asunto muy serio…
Huáscar: Nuestro hijo va a nacer libre, Antonio dijo
bien, nos vamos a librar de este loco, ademas ya nadie
lo quiere…
Lindín: ¿Que nadie lo quiere? Ahí sí que te equivocas,
medio país daría su vida por Trujillo, así que mira bien
en lo que tú te metes, tú tienes una familia, Huáscar.
Huáscar: Mi familia no vivirá lo que nosotros hemos
vivido, lo mismo dice Fifí, Pedro Livio, Juan Tomás,
Modesto…
Lindín: Ay, no me menciones nombres, no quiero oír más
nada. Mientras menos sepa, mejor. ¡Ay, Virgen de la
Altagracia!
Huáscar: Como tú ves, éste no será el mismo cuento de
siempre. ¿Me crees ahora? Pero habla, dime algo. No te
quedes ahí con esa cara de espanto y muda…
Lindín: ¿Y si algo sale mal, dónde se van a meter?
Huáscar: Pero es que nadie tiene que esconderse. Lo
hemos planeado muy bien. Pero parece que tú no
entiendes, esto es un golpe de Estado planificado, no
hay que esconderse. Nadie sabrá jamás quién mató a
Trujillo.
Lindín: ¿Que no? Aquí, en este paisito se sabe todo, mi
hijo. Pero ya, no me hables más de eso, que yo estoy muy
nerviosa. Yo no sé para qué me puse de pendenciera a
preguntarle eso a este hombre. Que Dios nos proteja.
Huáscar: Yo sabía que te ibas a poner así, embarazada
como estás es lo menos que yo podía hacer, pero es que
tú preguntas mucho, Lindín. A ti no se te puede esconder
nada. Eso sí, paciencia.
Lindín: Nada más por las Mirabal me alegraría que se
haga justicia, ¿tú sabes lo que es eso? Matarle tres
hijas a una madre, eso no tiene perdón de Dios.
Huáscar: Se hará justicia, mi amor, no te apures.
EN LA CASA DE STOCKER
Antonio de la Maza y Juan Tomás Díaz tienen un nuevo
encuentro con Stocker, esta vez en la casa del ex-marino
norteamericano y hasta hacía unos meses ex-colaborador
directo de la Central de Inteligencia Americana (CIA).
Stocker: Mister Henry Dearborn estar con la orden del
Presidente Kennedy, Trujillo deber estar fuera del
poder.
Juan Tomás: Fuera del poder, quiere decir eliminarlo,
ese es el acuerdo y por lo menos de eso es que hemos
estado hablando todo este tiempo. Matar a Trujillo, ¿no
es así?
Stocker: Bueno, sí, pero el Consul norteamericano no
estar en control, mister Reed es quien recibir y dar
orden de Central Inteligency American.
Juan Tomás: Qué es eso de bueno, sí, pero… Ya sabemos
quién da las órdenes, ese agente Reed está poniendo
muchos peros.
Antonio: ¿Y las armas?
Stocker: Bueno, sí, esas armas ellos prometieron. Yo dar
a Severo Cabral las primeras.
Juan Tomás: Parece que no nos estamos entediendo bien.
Las armas vienen o no vienen, también las granadas… No
tenga miedo, díganos lo que sabe, es por eso que estamos
aquí.
Stocker: OK. OK. Sinceramente, no saber. Ah, disculpen,
querer un drinker?
Antonio: No.
Juan Tomás: No.
Stocker: Buenno, bueno… Eh, yo recomendar paciencia.
Kennedy, el Departamento de Estado, la CIA, todos
entender problema dominican. En Washington tener mucho
problema, el comunismo en Cuba, fracasar Bahía de
Cochinos. Después de Trujillo, no poder tomar el poder
grupos enemigos… Washington tener preocupación…
Efectivamente, el desembarco de “Bahía de
Cochinos” en Cuba, el 17 de abril del 1961, con el
objetivo de sacar a Fidel Castro del poder habia
fracasado.
Juan Tomás: Nosotros empeñamos nuestra palabra. Hicimos
un acuerdo con la CIA. Antes no había dudas con relación
a nosotros. A qué vienen esas preocupaciones, usted debe
saber algo… No, espera Antonio, no te vayas, sientate
ahí, Stocker tiene que decirnos lo que sabe…
Antonio: Juan Tomás, tú sabes bien lo que está pasando.
Si no eliminan a Fidel Castro, cómo van eliminar a
Trujillo sin saber si no va a subir otro igual que
Fidel, que los engañe después que llegue al poder… Eso
está claro… No es así, Stocker?
Juan Tomás: ¿Es eso? Es por eso que no entregan la armas
y las granadas? ¿Es por eso que nos esquivan, que no
quieren hablar con nosotros directamente?
Antonio: Al día siguiente de entregarnos aquellas armas,
ya estaban preguntando que dónde las teníamos. Pues
mire, Stocker, esas armas las tengo yo, y ando armado
con una ametralladora en el carro.
Stocker: No poder visitar mi casa con armas. Es
peligroso.
Antonio: Juan Tomás, quédate tú si quieres, yo me voy…
¡No sea pendejo, estos yanquis de mierda, hijos de la
gran puta!.
Stocker: Usted entender señor Díaz, mister Dearborn
estar en posición compleja. Estados Unidos no poder ser
socio con crimen política…
Juan Tomás: Stocker, no me venga con eso ahora. Ustedes
están metidos hasta aquí con todo lo que viene pasando.
No insulte mi inteligencia. Ah, y en todo caso es
ajusticiamento… Antonio, espérame.
Stocker: Ustedes estar nervioso, desesperación no ser
bueno…
Juan Tomás: Usted tiene mucho tiempo viviendo aquí y
sabe cómo están las cosas, no se puede ni respirar,
Stocker. Somos nosotros los dominicanos quienes tenemos
ese enema, no los norteamericanos. Ah, dígale al Cónsul
que no hay problema, los dominicanos podemos resolver
este asunto con o sin la ayuda de ustedes.
EN LA CASA DE ANTONIO DE LA MAZA
Antonio de la Maza llega a su casa y se
encuentra con Huáscar Tejeda que lo espera.
Huáscar: Antonio, acabo de hablar con Amadito y dice que
es seguro que Trujillo vaya mañana a San Cristóbal.
Bueno, ¿y qué hay de la CIA?
Antonio: Nos relajaron. Como perdieron en Bahía de
Cochinos, ahora no se atreven a quitar a Trujillo dizque
porque no quieren que suba otro comunista. Yo sabía que
nos iban a coger de mojiganga.
Huáscar: Coño, pero es verdad que no se puede confiar en
ellos, todo lo que hacen es según sus intereses. Suben a
Trujillo, lo mantienen 30 años, y ahora lo van a quitar
cuando a ellos les parezca. Pero qué ‘partía’ de
pendejos. Esto se jodió…
Antonio: No, esto no se jodió, qué va. Si ese señor
viaja mañana a San Cristóbal lo partimos en el camino,
esa es una. Dos, si no es mañana será el viernes de la
próxima semana, en Moca. El tiene que ir a inaugarar
algo allá. Así que mis hermanos y yo seremos los únicos
en eso, ustedes no pueden ir porque son extraños por
allá y despertarían sospechas.
Huáscar: Espera un momento, Antonio, estás cambiando los
planes. ¿Quiere decir que mañana no van tus hermanos?
Antonio: Ya tienen un mes aquí y no pasa nada, de manera
que yo decidí que ellos preparen todo en Moca.
Huáscar: ¿Pero Tunti Cáceres se quedará aquí?
Antonio: Bueno, no sé, lo necesitamos en Moca…
Huáscar: No, Antonio, Tunti es el único que ha
practicado la persecución, ahí va a haber problemas
porque, ¿quién va a manejar? A tu chofer, Gumarra, lo
tienes en otra cosa, que es el único que conoce bien el
carro.
Antonio: Tengo a otro que también puede manejar, ya
pensé en eso, así que mañana pondré a Imbert Barrera, es
guapito y tira muy bien. Así que junto a otro más
conmigo pueden hacer de retaguardia. Ese es ahora el
plan. También hay que llamar a Ovín Filpo para que esté
en sobreaviso.
Huáscar: Y en el segundo carro yo podría ir manejando y
Pedro Livio iría con la otra ametralladora. ¿Qué tú
crees?
Antonio: Sí, tú y Pedro Livio en el segundo carro.
Amadito irá conmigo, él y yo con las ametralladoras.
29 de Mayo. EN CIUDAD TRUJILLO
Es un lunes. Antonio de la Maza había
realizado algunos cambios en la composición del grupo de
acción. En las tres vigilias anteriores, esto es los
días miércoles 10, 17 y 24 de mayo del 1961, habían
participado Ernesto, Mario y Alberto de la Maza, así
como Manuel de Ovín Filpo. Antonio, como jefe de la
operación, dispuso que sus hermanos se fueran a Moca a
preparar otro atentado. Durante todo el día Antonio
realizó una rápida inspección en las armas, probando
numerosas veces la escopeta Remington de repetición con
la que abriría fuego contra Trujillo. Esa escopeta se
había trabado en dos pruebas de tiro anteriores y era
necesario cerciorarse de su efectividad.
Trujillo viajaba los miércoles a San Cristóbal, pero
desde el lunes 29 avisó que lo haría ese martes 30 de
mayo.
En el taller de muebles de Bissié
Además de Ovín Filpo había otros españoles
enrolados en la trama. Venancio Alzaga era uno de ellos.
También estaba Miguel Angel Bissié, de 21 años de edad,
oriundo de Pamplona, España. Alzaga lo presentó a
Antonio. Bissié trabajaba en su taller de herrería y
habría de confeccionar placas falsas a los vehículos,
ademas de encomendársele recortar debidamente las
escopetas que se usarían en el ataque.
Antonio: ¿Con que Franco te sacó de España?
Tu país y el mío tienen los mismos destinos.
Bissié: Querrá decir que tienen tiranos.
Antonio: Ah, pero tú no tienes miedo.
Bissié: Pues hombre, a qué le voy a tener miedo. No le
tengo miedo yo a Franco…
Antonio: Pero Trujillo no es Franco, aquí cualquiera que
hablé así dura menos que una cucaracha en un gallinero.
Bissié: Hombre, más que una cucaracha… yo duraré, y más
que Trujillo y que Franco.
Antonio: Qué muchacho éste.
MAYO 1961. WASHINGTON, EN LA CASA BLANCA
El presidente John F. Kennedy recibe a Joseph Farland en
su despacho. Farland había sido embajador de los Estados
Unidos en República Dominicana hasta que la embajada fue
retirada en el 1960, y la misión norteamericana dejó
solo a un encargado de negocios fungiendo de Cónsul, el
señor Henry Dearborn.
Farland: Mister president at your service (Señor
presidente a sus órdenes).
Kennedy: Good Mourning, Mister Farland. I have briefs
about the plan of killing Trujillo. My administration is
collaborating, but I don’t want this to fail. I don’t
want another Fidel Castro in the Caribbean. You, who
were ambassador in the Dominican Republic, what’s your
opinion? (Buenos días, mister Farland. Tengo informes
del plan para matar a Trujillo. Mi administración está
colaborando, pero no quiero que esto falle. No quiero
otro Fidel Castro en el Caribe. Usted, que fue embajador
en República Dominicana, ¿qué opinión tiene?)
Farland: To eliminate Trujillo will be a success for the
CIA. Now, a communist in the government, I believe it’s
not possible, Trujillo ended with all opposition and
there’s no burguesy or middle clase. I don’t think there
could be a coup d’état (Eliminar a Trujillo será un
éxito para la CIA. Ahora, que suba un comunista al poder,
creo que no es posible. Trujillo acabó con toda la
oposición y no existe burguesía o clase media. No creo
que pueda haber golpe de Estado).
Kennedy: Thank you Mister Farland (Gracias, señor
Farland).